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Edición 36

Todo se transforma: Santa Fe, pionera en procesar el descarte de zanahoria

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En los últimos años la frutihorticultura ha realizado enormes esfuerzos por optimizar sus procesos productivos a través de la tecnificación de los campos y la capacitación de los productores. Sin embargo, la gran cantidad de alimentos desperdiciados por falta de planificación, demanda, precio o calidad sigue siendo una deuda pendiente para todos los actores del sector.

En la provincia de Santa Fe, y más concretamente en la localidad de Santa Rosa de Calchines, el caso particular de esta problemática general es el descarte de zanahoria: se estima que diariamente unas 100 toneladas no llegan a comercializarse en los mercados mayoristas y terminan como alimento de animales o directamente como desechos.

Sin embargo, en septiembre de 2018 se produjo un hecho significativo que  buscó modificar sustancialmente esta realidad. Se trata de la instalación de una planta piloto para el procesamiento de descarte de zanahoria, la cual reutiliza esta materia prima para desarrollar nuevos productos de alto valor agregado. Revista InterNos viajó hasta las instalaciones de Val Mar, precisamente en Santa Rosa de Calchines, para conversar con Mariano Soressi, titular de la empresa e impulsor del proyecto.

“En el año 2011 los problemas por descarte en la región eran muy importantes” explica Soressi, que por aquel entonces integraba un equipo técnico de la Asociación para el Desarrollo Regional del departamento de Garay. Allí se discutía, entre otras cosas, qué hacer con todas las zanahorias que no tenían calidad para el mercado y se terminaban tirando. Se barajó la posibilidad de hacer puré, mermelada y hasta jugo de zanahoria. No obstante, el objetivo era pensar un producto que tuviera salida real y fuera demandado en grandes cantidades.

En 2012 alguien le sugirió a Soressi trasladar la problemática al área de vinculación de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) para pensar una solución a través del conocimiento científico, sin abandonar su costado comercial. “Nosotros estabamos cansados de la promesas de los políticos, pero nos aseguraron que la Universidad era muy buena en investigación y en desarrollar productos en base a soluciones concretas”. Así fue que comenzaron las primeras conversaciones, que tuvieron como resultado una tesis de grado presentada por Nora Aimaretti, actualmente en INTA, la cual trabajó sobre la extracción de alcohol en base al descarte de zanahoria.

Cada 100 toneladas de zanahoria, que en época de buen clima se producen en una hectárea, se tiran en empaque entre el 30% y el 40%. En una época mala, el porcentaje es aún mayor. De tres hectáreas cosechadas, una sólo representa pérdidas.

De aquel trabajo inicial aparecieron algunas conclusiones importantes. “Nos dimos cuenta que no vale la pena sacar alcohol en pequeñas cantidades porque no tiene viabilidad comercial, pero empezamos a descubrir cómo extraer el betacaroteno y fibra alimentaria”, relata Soressi. Por eso, este vínculo se mantuvo en el tiempo y se tradujo en un consorcio público-privado entre Val Mar y la Universidad. A fines de 2013 el consorcio presentó un proyecto al Fondo Argentino Sectorial (FONARSEC) con el objetivo de acceder a recursos para crear una planta piloto destinada al procesamiento de descarte de zanahoria. Ese financiamiento se realizó en el marco del Programa Argentina 2020, en un momento en que el Estado nacional puso los ojos en el desarrollo de biorrefinerias regionales. En 2014, FONARSEC (que busca fortalecer la vinculación entre el sector científico y el productivo) dio como ganador a dicho proyecto entre más de 900 postulados. De esta manera la Universidad generó una patente y el Estado financió con 6,6 millones de pesos la construcción de la planta piloto que comenzó en 2015.

“El jurado consideró el hecho de que era la única planta que se iba a hacer en Sudamérica, ya que todos estos productos hoy se importan”. Sin embargo, debido al proceso inflacionario de nuestro país, la inversión inicial no fue suficiente para terminar la obra y el proyecto volvió a competir por fondos, esta vez en la Agencia de Ciencia y Tecnología de Santa Fe. Con una nueva partida presupuestaria de 1,7 millones de pesos, la construcción se finalizó e inauguró en septiembre de 2018. Además, vale decir que con estos fondo la universidad construyó un laboratorio modelo en el que se hicieron los primeros ensayos y donde hoy se estudia la posibilidad de nuevos productos.

Si bien el desarrollo atraviesa por ahora su instancia piloto y no comercial (procesa sólo 2 toneladas de descarte diarios) el objetivo es que en los próximos años la inversión privada pueda lograr una producción a mayor escala, con volúmenes comercializables, pensando en el abastecimiento del mercado interno e incluso en la exportación. “Ahí ya no habrán fondos provinciales ni universitarios. Estará en manos de las empresas que quieran poner la plata para hacerlo”, confía Mariano. Y asegura que ya recibieron algunas propuestas para tener la planta comercial lista en dos años: la idea es que trate la totalidad del descarte de la zona de Santa Rosa de Calchines.

La zanahoria que no esté en condiciones de venderse en el mercado será procesada para elaborar alcohol etílico (destinado a la aplicación farmacopea y a la perfumería) y carotenos (utilizado como colorante natural). Pero lo que más entusiasma a Soressi es el desarrollo de las fibras dietarias, resultado directo del extracto de la zanahoria. Estas fibras son el remantente sólido de la hortaliza una vez que le fue extraída el agua, los azúcares y los carotenos. Secada y molida a una granulometría adecuada, posteriormente puede disponerse en bolsas, cápsulas o comprimidos y consumirse en beneficio del organismo. Actualmente es la industria quien la utiliza en grandes cantidades: es común encontrar quesos enriquecidos y leche fortificada con fibra, también sopas, fiambres, carnes, embutidos y yogures.

“El proyecto posibilita convertir un pasivo ambiental en un activo exportable de valor agregado”. Facundo Lagunas, responsable de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.

Aunque todavía se están realizando pruebas científicas para certificar cuál es la mejor manera de incluirla en la dieta, se conoce que este tipo de fibra (comercializada en otros países como Estados Unidos, Holanda, Bélgica) ayuda a la evacuación instetinal, regula la glucosa en sangre y desinflama el instestino, previniendo enfermedades complejas como el cáncer de cólon. Además, este complemento alimentario brinda sensación de saciedad, por lo que eventualmente podría ser útil en algunas dietas para adelgazar.

Por ahora se están realizando diferentes ensayos con grupos de hasta 300 personas para obtener el aval científico que le permita al producto una salida segura al mercado, apuntando a su venta libre. Soressi aclara que, cuando esté disponible, será un producto absolutamente natural, sin agregados químicos ni conservantes.

De pasivo ambiental, a producto de exportación

El 19 de septiembre de 2018 quedó oficialmente inaugurada la planta piloto en las instalaciones de Val Mar con un acto al que asistieron autoridades universitarias, provinciales, municipales, empresarios y productores locales. En aquella oportunidad el responsable de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, Facundo Lagunas, destacó el valor del proyecto porque posibilita “convertir un pasivo ambiental en un activo exportable de valor agregado”.

Tan sólo un mes después Revista InterNos viajó hasta Santa Rosa de Calchines para conocer de qué se trataba este emprendimiento tan bien valorado por el ámbito científico-tecnológico y productivo. Sólo bastaron algunos minutos de conversación con Mariano Soressi para dimensionar el lugar que ocupa la problemática del descarte en la región.

Val Mar es una empresa familiar dedicada al empaque de zanahorias que trabaja con producción local. La familia Soressi empaca y vende con su marca desde 1991; por aquel entonces el padre de Mariano, que anteriormente se dedicaba a las bandejas de choclo, vio en el negocio de las zanahorias una salida posible a la dura crisis del 2001.

En los últimos años, la mercadería de la zona bajó considerablemente su calidad. Aunque es una región propicia para la zanahoria (tierra arenosa que facilita su crecimiento y permite obtener mejores calidades en cuanto a forma) la falta de rotación en los cultivos enfermó la tierra y trajo como consecuencia una producción que en muchos casos no puede competir en el mercado. También algunas inundaciones han resultado dañinas para los cultivos. “Para lograr una buena calidad tengo que tirar un montón de zanahoria en el proceso de selección”, afirma Mariano. El dato es abrumador: en Val Mar el descarte diario alcanza entre los 4 y 5 mil kilos cada 10 mil cosechados.

Por eso, la declaración de Lagunas es precisa: una planta que procesa el descarte permite aprovechar toda aquella producción que demandó múltiples recursos para ser cosechada (suelo, agua, trabajo humano) y que al ser desechada sólo representa pérdidas para los horticultores locales. Además, permite reducir el impacto ambiental en favor de un producto con valor agregado, requerido en el mercado argentino y con perspectivas de crecimiento en la región.

Cada 100 toneladas de zanahoria, que en época de buen clima se producen en una hectárea, se tiran en empaque entre el 30% y el 40%. En una época mala, el porcentaje es aún mayor. De tres hectáreas cosechadas, una sólo representa pérdidas.

Juan Carlos Yori, técnico de la universidad y Director del proyecto de la planta piloto, brinda algunos datos concretos sobre lo que representará la construcción de la planta comercial para la región. De 100 toneladas de descarte se podrían obtener 3 toneladas de fibra dietaria, 5000 lts. de alcohol etílico y alrededor de 20 litros de caroteno en estado puro. Cabe recordar que este último extracto se vende en emulsiones muy diluídas por su fuerte concentración colorante. Con esa cantidad de caroteno se realizan miles y miles de litros, utilizados en rubros varios como la producción avícola, panificadoras, cosméticos, fábricas de pastas, entre otros.

“Cuando empezamos con esta idea lo que intentamos era salvar las pérdidas del productor en siembra, laboreo, semillas y químicos, las cuáles estimábamos en alrededor de 1000 dólares por hectárea. Hoy un litro de caroteno debe estar valiendo entre 750 y 1000 dólares, la fibra 15 dólares el kilo y el alcohol, que es lo más barato, entre 1 y 2 dólares el litro”, expresa Yori, contundente.

“Esta va a ser una planta piloto experimental, un laboratorio a campo de la Universidad. Ellos se mantienen interesados porque lograron hacer algo con una problemática importante para la horticultura”,

Mariano Soressi

Mantener los vínculos

Luego de la construcción de la planta piloto en Val Mar, el consorcio público-privado con la Universidad Nacional del Litoral finalizó. No obstante, Mariano Soressi asegura que la buena relación construida en estos años los empuja a nuevos desafíos. “Hicimos un vínculo tan fuerte que ninguno de los dos nos queremos soltar. Como acá se está queriendo hacer batata, ahora nos presentamos para competir por fondos provinciales, en el Ministerio de Ciencia y Tecnología, para armar un proyecto similar. Se utilizarían máquinas iguales a estas. La idea es elaborar edulcorante para diabéticos y harina para celíacos”.

Una vez que el desarrollo comercial para zanahorias esté terminado, la actual planta piloto quedará disponible para probar y desarrollar nuevos productos en base a otros tipos de material vegetal. “Esta va a ser una planta piloto experimental, un laboratorio a campo de la Universidad. Ellos se mantienen interesados porque lograron hacer algo con una problemática importante para la horticultura, que es el descarte. El objetivo es seguir evaluando alternativas, encotrando soluciones”, concluyó Soressi.

 

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