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Sebastián Hernández: Diez años sin rentabilidad
|Río Negro|
Es uno de los dirigentes más buscados por los medios provinciales y nacionales a la hora de hablar de la crisis frutícola que golpea al Valle. Productor en Allen desde hace más de veinte años, Sebastián Hernández asumió en 2017 como presidente de la Federación de Productores de Río Negro y Neuquén y desde entonces no ha parado de ganar relevancia pública por su visión sobre la actividad y sus declaraciones sin pelos en la lengua.
Hernández heredó la fruticultura de su abuelo, quien le enseñó gran parte de lo que sabe hoy sobre peras y manzanas. Días atrás lo visitamos en su chacra para conversar sobre algunos aspectos trascendentales de la agenda productiva: falta de rentabilidad, problemas sanitarios, dificultades comerciales y pérdida de mercados.
¿Dónde se origina la crisis estructural que sufren hoy los chacareros del Valle? ¿Puede la fruticultura volver a ser un negocio tentador para las pymes argentinas o está destinada al abandono? En su diagnóstico el dirigente asegura que el principal problema es comercial, porque las empresas abusan de su relación con el productor: compran la fruta por debajo de los costos de producción, deciden las cargas laborales sin considerar la realidad del chacarero e inclinan sobre el sector primario todo el peso impositivo de la cadena.
“Está muy difícil que nos pongamos de acuerdo. Las empresas deciden todos los números"
No fueron pocas las oportunidades en que secretarios y ministros declararon que la fruticultura debía “ponerse de acuerdo” para obtener soluciones integrales. ¿Por qué esto no es posible? Para Hernández la distancia entre ambas posturas es, por ahora, muy grande.
“Está muy difícil qué nos pongamos de acuerdo. Las empresas forman precios y deciden todos los números, hasta los costos laborales. Por ejemplo: se sentaron con UATRE a negociar un 42% de aumento para la cosecha (NdE: se refiere a la última paritaria de febrero) sin tener en cuenta al productor primario. Tenemos un costo interno muy alto pero no quieren hablar del precio de la fruta. Te dicen: ‘no, eso es libre mercado’. Se abusan totalmente del sistema comercial”, explica. Además, agrega que el Estado “tiene el mismo argumento y no quiere acompañar la discusión”. Y cuando habla de Estado quiere decir que “ningún gobierno nacional cambió el abuso de las empresas sobre los productores”.
Según relata Hernández, actualmente el productor recibe entre 13 y 15 centavos de dólar por un kilo de fruta que le cuesta 26 centavos producir. El resultado de esta situación es conocido: quienes no cubren sus costos pierden rentabilidad, lo que se traduce en una reducción de las tareas culturales (poda, raleo, cura de las plantas) con las consecuencias sanitarias y productivas que esto implica.
No obstante, las empresas también deben afrontar importantes gastos para lograr un producto atrayente en los mercados. Frío, empaque, almacenamiento y transporte, entre otras cosas, van cargando el precio de cada kilo de fruta que se comercializa. A esto hay que sumarle una estructura impositiva asfixiante que se complementa con la poco atinada decisión de Cambiemos de colocar retenciones y reducir reintegros a exportaciones de productos primarios que requieren mano de obra intensiva. Frente a la competencia de países como Chile –con fruta de igual o mayor calidad pero más barata- Argentina comienza a perder volúmenes en los mercados. Esto complica aún más el circuito productivo porque, respaldados en la falta de rentabilidad de los mercados internacionales, muchas empresas pagan a los productores lo que pueden y no lo que deben.
“Las empresas se excusan: dicen que pagan 15 centavos porque los otros 11 se los retiene el Estado y por eso no pueden pagar el costo de producción. Cuando llegaron las retenciones, los funcionarios nos decían que no nos quejemos, que no las íbamos a pagar nosotros sino quienes exportaban. Sí, ¿pero a quién se lo descuentan del valor de la fruta? Al productor. Hoy todo movimiento que hace la empresa va al balance que entra en la liquidación del productor. Siempre lo paga la fruta”, dice el presidente de la Federación al respecto.
"No quieren hablar del precio de la fruta. Te dicen: ‘no, eso es libre mercado’. Se abusan totalmente del sistema comercial"
La pregunta es cuándo, en el marco de los últimos años, la relación comercial pasó de ser un dolor de cabeza a convertirse en uno de los motivos por el cuál los chacareros abandonan la actividad. Así lo ve Hernández: “El último año que el productor tuvo rentabilidad fue en 2008, que acompañaron los mercados y las liquidaciones estuvieron por encima del costo de producción, que estaba alrededor de los 19 centavos de dólar. Ese año el productor cobró entre 27 y 28 centavos de dólar”. ¿Y qué cambió del 2008 a esta parte?
“Por aquel entonces, como fue una buena temporada, pagaron un poco más para dejar al sector un poco acomodado. Al año siguiente se cayó todo, pagaron miserias al productor y desde ahí nunca más cubrimos el costo de producción. Cuando el negocio es bueno te pueden dar algo más, pero cuando el negocio es malo…”.
Lo que esto no explica es por qué incluso en esta relación desigual empresas de considerable capital como Moño Azul, Expofruit o Salentein han reducido su actividad y en algunos casos dejado trabajar en los últimos años. El presidente de la Federación encuentra una respuesta posible en la necesidad de “querer acapararlo todo, desde la producción hasta la comercialización”. Y aunque es un análisis válido, necesitaríamos de otro artículo para profundizar en este aspecto particular.
Para Hernández el abuso comercial también se da en la liquidación de la fruta, donde las empresas imponen sus condiciones frente al poco poder de negociación del productor por su dependencia a la hora de colocar la mercadería. “Cosechamos, se llevan la fruta y la liquidación viene en diciembre. Recién en ese momento sabemos cuánto vamos a cobrar. Pero desde mayo tenemos que realizar la inversión para tener una producción de calidad y esa plata no está”, describe el dirigente.
A esto se suma que, según Hernández, las empresas pagan según el comportamiento de los mercados durante la temporada, lo que agrega una mayor inestabilidad al panorama del chacarero porque no recibe un monto estable por su producto. No obstante, existen contratos formales donde se pactan los valores antes de levantar la cosecha, aunque en muchas oportunidades esos contratos no se respetan a rajatabla y las empresas pagan incluso menos de lo pactado.
La apertura de nuevos canales de comercialización
Para el presidente de la Federación de Productores el diagnóstico es claro: mientras el problema comercial no se resuelva la crisis permanecerá. Por eso, en los últimos meses su gestión se abocó a la gestión de nuevos espacios para que los chacareros vendan su fruta a un mejor precio.
“Tenemos que salir de esa dependencia con un sistema distinto. Estamos empezando a vender por nosotros mismos. El problema siempre es el del financiamiento, porque necesitamos plata para los galpones de empaque, cajas, frío, papel. El productor está muy quebrado y hoy no es fácil meterse en los mercados, que son voraces”.
Con todo, recientemente la entidad logró establecer la venta directa de peras y manzanas en ferias barriales de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). La operatoria se estableció a partir de un convenio firmado entre la Federación, el Ministerio de Ambiente y Espacios Públicos de la ciudad de Buenos Aires y la participación de la Fundación Barrera Zoofitosanitaria Patagónica (Funbapa). Además, actualmente Hernández mantiene conversaciones con Leonardo Sarquís, ministro de Agroindustria de la provincia de Buenos Aires, para expandir este proyecto en instituciones públicas como escuelas, hospitales y cárceles. Finalmente, en este renovado plan de habilitar nuevos espacios comerciales, la Federación está trabajando para tener un puesto fijo en el Mercado Central de Buenos Aires. “Queremos construir e identificar la marca de los productores. Por ahora estamos dando los primeros pasos”, cierra el dirigente.
“Tenemos que salir de esta dependencia con un sistema de comercialización distinto"
Caída de la productividad
La pérdida de mercados viene acompañada de un fuerte decrecimiento en la productividad de los lotes. Según Hernández hoy el promedio por hectárea es de 25 mil kilos. Otros son más optimistas y hablan de 30 y hasta de 35 mil kilos por hectárea. Lo cierto es que el chacarero, endeudado, fue abandonando progresivamente tareas fundamentales para las plantas. “Una gran cantidad de productores hace más de diez años que no fertiliza. Además, dejamos de tener asesoramiento técnico: los ingenieros agrónomos hoy no tienen trabajo en las chacras”, grafica el dirigente.
En este contexto, ¿cómo se realiza la tecnificación y la reconversión que algunos funcionarios públicos reclaman? Con financiamiento, dice por ejemplo el ministro de Agricultura, Pesca y Ganadería de la provincia, Alberto Diomedi. El Libro Blanco fue la propuesta del gobierno para que, a través del asociativismo, los productores puedan acceder créditos para sostener estas actividades.
Pero el dirigente de la Federación se muestra cauto al respecto y retoma su punto inicial: “El productor no quiere ingresar a un crédito que no sabe si va a poder pagar. Tenemos que avanzar con la rentabilidad del sector en el tema comercial. Después, el productor se va a meter solo en financiamientos. Cuando tiene plata la invierte en la chacra”.
Y concluye: “Las variedades que tenemos (Williams, Packham´s y D´Anjou) son las que requiere el mercado. Hablar de que la reconversión no existió en la fruticultura es una mentira grandísima. Hoy el 85% de la producción está reconvertido en espaldera, sólo el 15% restante es monte”.
“El productor está aguantando”
Hernández es un dirigente que en los últimos años ha mostrado una firme posición en su tarea: tratar de que la fruta tenga un precio justo para que los chacareros se mantengan produciendo. Sin embargo, la realidad lo excede y hoy muchos eligen abandonar las chacras porque seguir invirtiendo en ellas es perder dinero y venderlas, un negocio poco interesante. “El productor está aguantando porque no tiene otras oportunidades. Hoy una chacra no vale nada. Tiene que vender el trabajo de toda una vida por migajas. Estamos hablando de productores con un promedio alto de edad. No hubo recambio generacional porque el negocio no existió”, describe.
Aunque sabe que el panorama es difícil, confía en que cortar la dependencia comercial pueda ser el camino que les permita a los productores recuperar la actividad como un negocio posible. Hernández se muestra apasionado por la chacra. Sus esfuerzos son campo adentro y campo afuera: con las plantas, en el seguimiento constante de las tareas culturales y de cosecha. Y en las oficinas provinciales y estatales, con los funcionarios a quienes debe explicar cómo sobreviven hoy los productores y qué medidas podrían dar un giro a la situación. Más que signos de una pronta recuperación, lo que tiene el Valle son productores y dirigentes con ganas de no dejar morir a la fruticultura regional.