Comercialización
Río Cuarto: controles y proyección para preservar y garantizar el cinturón hortícola
|Córdoba|
Los cinturones hortícolas cumplen con la tarea fundamental de abastecer de alimentos frescos a la población urbana situada en las grandes ciudades, garantizando trabajo local, mejores precios y la protección de los entornos rurales, entre otras cosas. Además, posee funciones sociales, ecológicas y económicas. Sin embargo, no son pocos los cinturones de nuestro país que actualmente luchan contra el avance inmobiliario y el corrimiento de la frontera urbana, que provoca serios problemas como la falta de proyección a futuro, la contaminación ambiental y el desabastecimiento de alimentos de proximidad.
Además, en los últimos años la producción de hortalizas mediante el uso de productos químicos empezó a ser fuertemente cuestionada por los consumidores, quienes con mayor información al respecto comenzaron a exigir rigurosidad en la aplicación de Buenas Prácticas Agrícolas y en los controles que garantizan alimentos sanos e inocuos en la mesa.
Con el objetivo de conocer cómo funciona un importante Cinturón Verde de la provincia de Córdoba, Revista InterNos viajó hasta Río Cuarto y dialogó con Ernesto Guevara, presidente del Mercado de Abasto de Río Cuarto S.A (MARC) y con Gastón Pautasso, ingeniero agrónomo que trabaja junto a los productores hortícolas de la zona. Ambos explicaron cuál es el panorama actual del sector en lo que respecta a ordenamiento territorial y fiscalización de los procesos productivos.
La actividad hortícola de esta ciudad está distribuida en cinco sectores: barrio Las Quintas, Tres Acequias, Ex Ruta 36, paraje San José (fuera del ejido urbano de Río Cuarto) y Las Higueras, que incorpora las zonas de Seminario y Palestro (también fuera del casco urbano) las cuales han tenido un considerable crecimiento en los últimos años. Está conformada por 33 productores que alcanzan una superficie efectiva de trabajo de 370 hectáreas, empleando de manera directa a unas 200 personas como mano de obra. Con significativos avances en tecnificación, la zona posee 23 hectáreas de producción bajo invernadero (que se destacan en otoño-invierno por la producción de verdura de hoja, mientras que en primavera-verano por el tomate y el pimiento) y 29 hectáreas de producción bajo malla antigranizo. Además, cuenta con una producción diversificada de más de 30 variedades de cultivos. Dichos productores venden su mercadería en unas 36 playas del Mercado de Abasto de Río Cuarto, destinadas a la comercialización hortícola local.
Para ingresar a la entidad mayorista, desde el año 2014 la Municipalidad de Río Cuarto exige a todo productor el Registro de Operadores Frutihotícolas (ROFH), que se obtiene mediante el cumplimiento de una serie de requisitos técnicos y administrativos. Uno de los puntos más importantes es la contratación de un Director Técnico, de profesión Ingeniero Agrónomo y habilitado como Asesor Fitosanitario, que debe realizar relevamientos semanales tanto de la producción en la quinta como de la mercadería que finalmente llega al mercado.
Los Directores Técnicos -figura legal por ordenanza municipal- son los encargados de emitir las recetas fitosanitarias para el control de plagas, junto con las recomendaciones de aplicación. También llevan adelante los registros de cada lote, para saber cuáles son los cosechados o sembrados recientemente. Es decir, acompañan a los productores en la gestión de las tareas a campo y administrativas.
Este seguimiento diario se complementa con la fiscalización del EDECOM (Ente Descentralizado de Control Municipal) que realiza auditorias en las quintas de la ciudad –evaluando a través de parámetros vinculados a las Buenas Prácticas Agrícolas- y deja asentado los puntos críticos donde se solicita que el productor trabaje hasta la próxima visita. “Hacen mucho énfasis en lo que es zona de lavado, guarda de productos químicos, calibración y mantenimiento de las mochilas para realizar aplicaciones”, dijo Gastón Pautasso, quien es uno de los cinco Directores Técnicos que trabajan los establecimientos hortícolas de la zona.
Una vez que la mercadería llega al Mercado de Abasto se toman muestras aleatorias para que la misma sea controlada en el laboratorio propio que tiene la entidad. Allí se buscan residuos de plaguicidas y contaminantes microbiológicos; si aparecen resultados de “no conformidad” por su presencia, se corta la comercialización inmediatamente y se informa de los resultados al EDECOM, quien se dirige a la quinta correspondiente para analizar el motivo de la contaminación.
“Casi no hemos tenido problemas con residuos de agroquímicos en los últimos años. Quizás sí con los casos de contaminación microbiológica, que puede darse en varias etapas de la producción. Entonces se trabaja en detectar cuándo se produjo el error para poder resolverlo”, explica Guevara.
“El rol de los ingenieros agrónomos en esta dinámica entre el Mercado, el EDECOM y los productores es fundamental, son los que facilitan los vínculos y hacen dinámico este proceso”, agrega el dirigente. Por otro lado, se encarga de remarcar que el trabajo con los productores es de seguimiento constante, y no tanto de penalización: “Hay muy pocos antecedentes de multas generadas. Primero vemos cuál fue el problema y después si se realiza una sanción”, afirma.
A pesar de este efectivo sistema de control, el cinturón verde local todavía mantiene algunas deudas y una de ellas es el ordenamiento territorial. Actualmente Río Cuarto se divide en su Zona Urbana (el centro de la ciudad), a la que le sigue una Zona de Anexión (donde conviven proyectos urbanos, industriales y productivos) y posteriormente las Zonas Agropecuarias 1 y 2 que, como su nombre lo indican, están dedicadas exclusivamente a las tareas productivas.
Según explica Pautasso, esta Zona de Anexión resulta conflictiva ya que todos los años el IMPURC (Instituto Municipal de Planeamiento Urbano) debe determinar hacia dónde avanzará la misma. Por eso, el productor hortícola (en realidad, cualquier actividad de la zona que se encuentre allí) debe renovar anualmente su permiso –denominado uso conforme de suelo- para seguir trabajando la tierra.
“Si el IMPURC resuelve no renovar ese permiso, el productor tiene que mudarse a otra zona. Por ahora se ha dado solamente en un caso, de un productor que alquila y tiene plazo hasta diciembre de este año para producir. Pero no sé qué pasaría en caso de que el productor fuera dueño de la tierra”, comenta Pautasso.
Y agrega: “Hoy en día mover un establecimiento de este tipo es muy difícil, por una cuestión económica y de planificación. La horticultura no se frena durante el año, siempre se va entrelazando para tener producción a lo largo de los doce meses. Ni hablar si se piensa en la inversión realizada en caso de que existan invernaderos, malla antigranizo o bombas para riego”.
Mientras más se expanda el casco urbano, mayores son las posibilidades de tener que trasladar la actividad hortícola a otras zonas. Aunque vale decir que eso dependerá de la decisión política de quienes estén al frente del planeamiento territorial. También podría suceder el desarrollo urbano ceda en pos de resguardar la zona hortícola. “Estamos trabajando para ordenar un poco, darle cierta previsibilidad al productor de que acá a cinco años no va a tener este tipo de problemas”, cierra el ingeniero.
Malla antigranizo, una tecnología necesaria
Los últimos años han sido difíciles para la producción hortícola. Altos costos, insumos dolarizados y una caída del consumo en el mercado interno dificultan la rentabilidad de pequeños y medianos productores. A pesar de esta situación, Río Cuarto mantuvo la cantidad de superficie trabajada e incluso aumentó las hectáreas de cultivos bajo malla antigranizo (actualmente 29 hectáreas).
Dos años atrás el Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Provincia realizó aportes no reintegrables a un grupo de 24 productores a través del Programa para el Desarrollo Rural Incluyente (PRODERI) para la instalación de media hectárea de malla antigranizo. “Las mallas dan seguridad tanto para los consumidores como para el productor. Ante un evento climático quizás el productor lleva menos mercadería al Mercado, pero algo lleva. Y cuida a su cliente con mejores precios ya que no se dispara por falta de oferta”, explicó Pautasso.
Y añadió que además de evitar pérdidas importantes ante un evento climático, la malla permite mejorar la calidad comercial de la hortaliza, sobre todo en cultivos de hoja: disminuye las pérdidas al momento de iniciar un cultivo, reduce el impacto de la gota de lluvia, amortigua la radiación solar entre un 8% y un 12% y permite mejorar el aspecto del producto, con mayor cuerpo y brillo.