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Quemados
|Chubut|
La agenda ambiental exige ser atendida con urgencia en nuestro país. Cuando hacia fines de 2020 los incendios parecían mermar -luego de un año con 74.000 focos activos, récord histórico- el 2021 llegó para demostrar lo contrario. En enero y febrero, las llamas arrasaron con 32.000 hectáreas en Río Negro. Y solo algunas semanas después el fuego se expandió por la Comarca Andina, al límite con la provincia de Chubut, afectando a localidades como El Hoyo, El Maitén, Cholila, Las Golondrinas y Lago Puelo, donde se quemaron otras 3.864 hectáreas.
A diferencia de los incendios que dañaron zonas rurales en otras provincias -como Córdoba, por ejemplo- esta vez los fuegos se sucedieron en lo que se conoce como la interfaz “urbano-rural”; es decir, aquellas regiones de bosque habitadas por personas, muy común en estos pequeños pueblos del sur argentino. Las consecuencias fueron graves no solo para la naturaleza, con sus efectos a largo plazo, sino también para las comunidades: se quemaron más de 500 casas, de las cuales unas 350 sufrieron pérdidas en su totalidad, mientras otras registraron daños parciales. Dos personas murieron -una de ellas, un peón rural de la zona- y se produjeron importantes pérdidas materiales en las fincas de fruta fina (plantaciones de frambuesa, mora, cerezas) que destacan a la región durante los meses del verano.
Los incendios ocurridos en Chubut se dieron en un contexto de extrema sensibilidad política y ambiental. Durante los últimos meses de 2020, sin licencia social y en medio de una crisis económica estructural -los empleados públicos cobran sueldos con demoras de hasta tres meses, y de manera escalonada- el gobierno de Mariano Arcioni buscó instalar el debate para la llegada de la minería a la provincia. El rechazo social no lo dejó: se multiplicaron las marchas y manifestaciones frente a la Legislatura Provincial, donde a través de la presión interna algunos diputados oficialistas intentaban tratar el proyecto. El tema también estuvo en agenda mediática e incluso valió la intervención del ministro de Producción, Matías Kulfas y del propio presidente de la Nación, Alberto Fernández, quien se desligó del conflicto y señaló que la decisión final “era un tema de la provincia”.
En este marco, los incendios no hicieron más que incrementar las especulaciones de grupos ambientalistas y entidades de la sociedad civil sobre la intencionalidad y los negocios inmobiliarios asociados a las “limpiezas” de terrenos, como se da en otros casos. Dicho esto, es importante mencionar que al momento la Justicia no ha determinado cómo se generaron y tampoco si existe responsabilidad humana directa en los mismos. Desde el 15 de marzo peritos enviados por el gobierno nacional trabajan en la zona para determinar el origen de los hechos. La principal hipótesis que se maneja es la falta de mantenimiento en el tendido eléctrico, que habría generado cortocircuitos en el cableado y, en consecuencia, el inicio de las llamas, favorecidas por intensos vientos, altas temperaturas y un verano seco.
No obstante, fue el propio ministro de Ambiente, Juan Cabandié, quien sembró dudas sobre la intencionalidad del fenómeno ígneo. “Las condiciones climáticas eran favorables para la expansión de las llamas, hacía 33 grados, vientos y una situación previa a una tormenta, pero las características llevan a dudar de la intencionalidad”, dijo el ministro, señalando a su vez que la zona registró seis focos distintos en menos de dos horas.
El fuego en la naturaleza no es un fenómeno nuevo, ni necesariamente malo. Como bien explica la bióloga Luciana Peirone Cappri en su podcast Bióloga Millennial, existen los “regímenes de fuego” que dan cuenta de la frecuencia y la intensidad de los incendios en una zona particular y en un determinado período de tiempo. Algo así como la “dosis promedio” de fuego que pueden tolerar los ecosistemas. En términos generales, sucede que ciertas zonas de los bosques -sobre todo en climas áridos o semiáridos- perecen para renacer luego con más fuerza, conservando por supuesto su biodiversidad.
"Desde hace diez años que se habla de ‘ola de calor récord’ o de ‘incendios récord’. Bueno, sí. Es el mundo que construimos”, Inti Bonomo
El problema es que cada vez más la mano del hombre -a través de actividades productivas o recreativas- está modificando estos regímenes al generar más incendios de los que pueden soportar los ecosistemas. Por otro lado, aparecen fuegos en ecosistemas que no están adaptados, como el caso del Amazonas en Brasil o la selva paranaense y los humedales en Argentina.
El otro factor clave que explica la proliferación de incendios, no solo en Argentina sino en el mundo entero, es el cambio climático: muchos lugares, ya propensos a quemarse, se están volviendo en extremo secos y peligrosos para la conservación de los sistemas. En el caso de Chubut, las condiciones climáticas favorecieron el desarrollo del fuego: un mes y medio sin lluvias y temperaturas por encima del promedio histórico desde finales de enero hicieron que la vegetación se secara más de lo habitual.
“En los días de mucho calor los transformadores de energía se sobrecargan, pueden estallar y provocar inicios de incendios. Además, cuando a las condiciones de alta temperatura se le agregan ráfagas de viento muy altas, las ramas de los árboles pueden tocarlos. Son diferentes factores que llevan a los grandes incendios en los que hay una rápida propagación”, hipotetizó en Infobae Guillermo Defossé, director del Centro de Investigación Esquel de Montaña y Estepa Patagónica (CIEMEP), que depende del CONICET.
¿Por qué la sensación es que el Estado siempre llega tarde a resolver estos eventos? Los expertos exigen una mejor aplicación de la Ley Federal de Manejo del Fuego, que en su texto es rigurosa, pero que sin embargo no se aplica lo suficiente. Con mejores sistemas de alerta temprana y sanciones ejemplares donde se detecte intencionalidad, las quemas podrían reducirse significativamente.
“Si se hubiera trabajado en tareas de prevención durante el otoño, invierno y comienzos de primavera, estos incendios no hubieran ocurrido", Guillermo Defossé
Defossé, por su parte, considera que centrarse en si hubo o no intención de prender fuego estos bosques no es lo más importante. La clave está en reducir los factores que contribuyen a aumentar el riesgo de que una pequeña ignición se transforme en un incendio fuera de control.
En este sentido, y con críticas a la insuficiente aplicación de la ley actual, señaló: “Si se hubiera trabajado fuertemente en tareas de prevención durante el otoño, invierno y comienzos de primavera, estos incendios actuales de la Patagonia no hubieran ocurrido. O si ocurrían, se hubieran podido apagar mucho más fácilmente”.
A estas simples tareas de prevención, el licenciado en Ambiente Inti Bonomo suma la posibilidad de realizar “cortafuegos” en distintas secciones de la vegetación; esto es, canales o caminos de tierra para frenar la continuidad de las llamas cuando sea necesario. De cualquier manera, Bonomo señaló que Argentina necesita incrementar considerablemente los recursos para la mitigación de estos episodios.
“Estamos en un contexto de cambio climático y los fenómenos naturales extremos están en aumento. Desde hace diez años que se habla de ‘ola de calor récord’ o de ‘incendios récord’. Bueno, sí. Es el mundo que construimos. Pero entonces lo que hay que hacer es quintuplicar los equipos”, expresó en su columna radial, emitida por Vorterix, en el programa Queridos Humanos.
Dimensionar los procesos de la naturaleza desde las grandes urbes es importante para, a su vez, entender que mucho de lo que está pasando pone en jaque a largo plazo el ambiente que habitamos. Aquel que nos da alimentos, recursos y espacios de recreación. Pero sobre todo, lisa y llanamente, aquel que debe ser conservado y resguardado por su biodiversidad, independientemente del uso que los humanos podamos darle. Correrse del eje es el primer gran paso. El otro, exigir a las autoridades nacionales y provinciales una mayor -y mejor- aplicación de los recursos para evitar nuevas catástrofes.