Agroecología
Hortícolas Tarijeños, una apuesta a lo colectivo
|Colonia Caroya|
“Hay que probar, total más fundidas no vamos a estar”, dice Daisy. Ella es productora y junto a su esposo alquilan y trabajan seis hectáreas donde producen achicoria, lechuga, acelga, coliflor, berenjenas, choclos, tomate y pimientos.
La literalidad de sus palabras podría interpretarse como resignación, pero su sonrisa dice otra cosa. Daisy, Cristina, Juan, Walter y Julio. También está Don Florentino, que llegará más tarde. Todos son productores hortícolas y viven en Colonia Caroya, a 65 kilómetros de Córdoba capital. Todos están es “esto nuevo”.
Lo nuevo es el grupo. Se reunieron para empezar a vender de manera directa y transicionar hacia una producción agroecológica. “Estamos probando y aprendiendo. No es fácil”, dice Cristina.
“Estamos renegando mucho con un hongo por la humedad. Vamos a probar con cal, que es un bioinsumo que nos recomendaron”, agrega Daisy. “Igual es duro. Ahora también vamos a poner arvejas para alimentar la tierra. No para cosechar sino para mejorar la tierra, según nos dijeron”.
Entre las dos están preparando los veintiseis paquetes de achicoria que necesitan para armar los bolsones de hoy. Son las 6 de la tarde. A las 8 llega el resto.
“La achicoria ésta ya es toda sana. No tiene ningún químico. Por ahora es lo que mejor nos viene”, señala Cristina. “Sin probar no vamos a llegar a ninguna parte”, aporta Daisy. Se miran y se ríen fuerte. Han sido ellas las que han convencido a sus compañeros de dar el paso.
Todos vinieron desde Tarija, una ciudad boliviana, hace muchos años. En la balanza, cuentan con más años en este suelo que en aquel. Sus trayectorias son disímiles. Algunos anduvieron por Buenos Aires, Mendoza o Salta antes de afincarse en Córdoba. Otros, como Cristina, llegaron directo de Tarija a Colonia Caroya y se quedaron.
“A mi me gusta acá y acá me voy a quedar ya”, dice al tiempo que levanta el último atado de achicoria para ir al salón junto al resto.
Walter trabajó diez años como peón en una avícola y hace menos de un año se largó como productor hortícola. También supo trabajar como cosechero golondrina por todo el país. Es de noche; trae las remolachas recién cortadas y lavadas. Cada familia aporta al menos dos productos para integrar el bolsón.
Luego empieza a llegar el resto. Daisy trae unos vasos y gaseosa. Cristina prepara las bolsas.
Son cinco familias productoras y la de Emilia. “Ella también es parte, aunque ella dice que solo colabora”, apunta Daisy. Emilia repasa los mensajes en el celular y saca la cuenta de los bolsones que hay armar y qué pone cada uno. Avisa que alguien tiene que ir a buscar la mercadería de Don Florentino que la dejó separada, porque él está demorado. Guille va y vuelve con las papas.
Emilia Solfanelli es Caroyense. Es Comunicadora social y siempre trabajó en roles de acompañamiento y asistencia a familias productoras. Hasta hace muy poquito se desempañaba como tal en la municipalidad de Colonia Caroya en la articulación de programas vinculados a la alimentación y el sector productivo. Ahora colabora en algunos programas junto al INTA. “Cuando empezó la pandemia había gente que llegaba a la Muni a pedir ayuda para ir a comprar un paquete de harina. Eso es imperdonable acá. No nos pueden faltar los alimentos en un lugar como este que está todo dado para producir”, dice y se indigna.
La pandemia fue el contexto que posibilitó el encuentro. “Teníamos gente que necesitaba los alimentos, gente que no podía salir a comprar, y los teníamos a ellos que no podían vender porque ya no les daba ni para ir al mercado, y menos con las restricciones de aquel momento”, cuenta Emilia. En su trabajo como facilitadora social les propuso armar bolsones de verdura para repartir localmente. “Yo venia trabajando con la comunidad de productores, y desde hace tiempo seguía la propuesta de la Unión de Trabajadores de la Tierra. Me parecía que por ahí estaba el norte”, explica.
"Yo creo en esto. Tenemos que poder armar un mundo más amable". Emilia Solfanelli
Empezaron en mayo de 2020: repartían 30 bolsones de 5 kilos con ocho variedades de frutas y verduras por semana a consumidores del pueblo. Para fin de año ya eran 250 bolsones semanales. Emilia logró articular con diferentes nodos de venta en Ascochigna, La Granja, Salsipuesdes y Agua de Oro. También comercializan en el Almacén Monte Adentro del Movimiento Campesino en Córdoba capital.
Emilia ya no trabaja más en la muni. Ahora es parte del grupo, aunque no perciba ingresos de nada. “Esto lo tomo como mi espacio de militancia. Yo creo en esto. Tenemos que poder armar un mundo más amable. Un mundo en donde los productores puedan producir bien, y vivir de ello. Una comunidad real, en todo el sentido que esa palabra tiene. Donde el vinculo entre productores y consumidores sea honesto, transparente, amoroso. Porque hablamos de alimentos no de una cosa”, explica.
A principio de año se presentaron a la convocatoria de En Nuestras Manos que habilitó el Ministerio de Agricultura de la Nación para la línea de maquinarias y tecnología. “Vamos a tener todo para armar los invernaderos para tener más y mejores pimientos y tomates para quince mujeres productoras. Quince familias que van a tener sus invernaderos”, cuenta Emilia.
Ya están constituidos como grupo. Son Hortícolas Tarijeños. Entablaron vínculo con UTT. “Los llamamos para consultarles cómo empezar con la agroecología y vinieron. Se acercó Nahuel (Nahuel Levaggi, dirigente de UTT, ahora presidente del Mercado Central de Buenos Aires), nos conoció y nos dijo 'métanle' y acá estamos”. Ahora también participan de un grupo de WhatsApp con otros productores y productoras agroecológicos, que los ayudan con dudas y los asesoran para poder seguir.
“Nosotros somos personas…como decirlo, solitarias. Yo no soy mucho de hablar. A veces me incomoda hablar todo, pero de a poco me di cuenta que está bueno. Que ayuda”, cuenta Daisy.
“Mi marido aún no está en el grupo. El trabaja en una empresa haciendo tarimas, pero en casa sí hacemos la quinta entre los dos. A mi me gusta el grupo. Me gusta venir y estar con los otros”, dice Cristina. Su sueño es tener su casa. Su propia tierra.
Juan hubiera querido jugar al futbol. Llega al galpón con la camiseta puesta de su equipo: Atlético Ciclón de Tarija. Se va a dar un baño y vuelve pareciendo otro. Se ríen entre ellos. Dice que el tiempo para jugar ya se le pasó, pero está probando esto de ser su propio jefe. Antes siempre fue empleado. Él se encarga de sembrar. Preparar el campo. Y también arma los bolsones con el resto. Juan está casado con Daisy y tienen 3 hijos. Además de los bolsones también venden de manera directa a los verduleros de la zona y alrededores. “Tomamos los pedidos y los clientes de a poco se acostumbraron a buscarlos acá en la quinta”.
De a poco van sumando actores. Emilia logró incorporar a productoras avícolas y así también sumaron huevos. Y ya están pensando en comercializar pollos.
Ahora el paso es lograr la producción 100% agroecológica. Para eso sumaron a Diego, un técnico con el que formaron un grupo de Cambio Rural. “Ahora, con el asesoramiento y la ayuda de UTT, estamos acompañados y encaminados. La organización no se suelta más”, dice Emilia.
Entre Juan, Emilia y Cristina hacen malabares que bien podrían ser un show de “dígalo con mímica” para explicar cómo siembran los plantines. Ya hicieron contacto con Rubén, un productor de la zona que hace los plantines agroecológicos. “Vamos de a poco, pero sabemos que tenemos que cambiar todo. El suelo, las semillas, los plantines”, reconoce Emilia. “Y nosotros también”, aporta Daisy desde atrás.
Se ríen. Se charlan entre si. Esto también es el grupo. No solo hablan de producción. Comparten otros problemas. Sus historias personales, sus recuerdos. La lucha cotidiana y los problemas del día a día, como la falta de internet en los campos.
"Acá en la Colonia tenemos tierra, agua y clima para producir nuestros alimentos y no tener que ir a buscarlos a horas de acá", resume Emilia. La Agroecología es una puerta. Una posibilidad de reinventarse. De acercarse a la sociedad y armar comunidad. Son productores y productoras dispuestos a producir alimentos sanos para el pueblo. El trabajo es mucho y nada parece fácil. Pero están convencidos y entusiasmados.