Agroecología
"Ser agroecológicos ya no es una utopía"
María y Rocío seleccionan zanahorias, papas, atados de acelga y rabanitos para el bolsón. En unas horas hay reparto y, por lo tanto, mucho trabajo con los pedidos. Son las nueve de la mañana y el frío helado de las primeras horas del día empieza a quedar atrás: el sol se impone. En el otro extremo de la sala, Natalia abre -con precisión quirúrgica- un calabacín en dos para extraer y separar sus semillas, que serán insumo de la próxima siembra.
Estamos en la Cooperativa San Carlos, ubicada en el cinturón verde sur de Córdoba, detrás de la autopista de circunvalación que delimita el ejido de la ciudad. Acá unas diez familias producen y comercializan en conjunto verduras agroecológicas.
La organización nació en 2002 de la mano de un proyecto coordinado por estudiantes del IPEM N° 12 - Juan Domingo Perón. Originalmente la idea fue crear, en un contexto de crisis política y social, una cooperativa que brindara servicios y soluciones a los habitantes de la por entonces zona rural (hoy, debido al crecimiento de la ciudad, esa zona es periurbana) como por ejemplo el acceso al agua para los barrios San Carlos y Los Socavones. Pequeños productores o peones que habían trabajado toda su vida con la verdura se sumaron como mano de obra. La expansión sojera, el avance de la frontera urbana y la mala situación económica a nivel nacional los había excluido del acceso a la tierra. Y tuvieron que buscar otras alternativas.
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Hacia 2006, cuando las aguas estaban un poco más calmas y la economía parecía estabilizarse, los productores convirtieron la cooperativa de servicios en una cooperativa productora de alimentos. Mantuvieron la estructura y se organizaron para alquilar lotes donde sembrar verduras.
- Pero nunca perdió su pata social- dice a InterNos Marcos Córdoba, actual productor de la organización que además estuvo involucrado en el proyecto escolar que le dio inicio, años atrás.
Marcos nos detalla el surgimiento de la cooperativa y nos invita a dar una vuelta por el campo. Dejamos atrás a María, Rocío y Natalia, que continúan con el armado de los bolsones, trabajando a contrarreloj: a mediodía comienza el reparto a domicilio de la mercadería.
Caminamos sobre un campo de papa recién cosechado; la tierra removida nos hace avanzar lento. Marcos nos cuenta que, al principio, los productores hacían convencional. Era su práctica heredada generacionalmente. Pero en 2010, a través de una propuesta de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), comenzaron con la agroecología. Era un cambio estructural en la manera de trabajar la tierra.
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Empezaron a labrar una pequeña parcela agroecológica en el único terreno propio que hoy tiene la cooperativa. Una hectárea de prueba, de experimentación. De la facultad llegaron ingenieros para el acompañamiento y el asesoramiento técnico. La idea empezó a crecer entre los peones y productores, sobre todo en aquellos que, años atrás, habían tenido malas experiencias con la aplicación de agroquímicos.
Antonio Córdoba, actual presidente de la Cooperativa San Carlos, fue uno de ellos. Trabajó como tractorista en una plantación de soja y sufrió un episodio de intoxicación aguda que le costó una internación. Se suma a la conversación y lo relata así:
- Nosotros somos tres hermanos y un primo en el campo. Todos sufrimos con la aplicación de veneno. Muchos de nosotros hemos caído al hospital. Uno de mis hermanos tiene consecuencias en el funcionamiento de sus órganos. Cuando la Universidad nos planteó hacer agroecología no dudamos, porque veníamos con una problemática grande.
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Lo cierto es que hace diez años la agroecología no tenía el grado de aceptación que tiene hoy. Tampoco el mismo nivel de desarrollo. Al principio, muchos productores se resistían a la transición: no había un mercado ni una industria de bioinsumos como la actual, no se difundían las bondades del control biológico y la demanda de este tipo de verdura era casi inexistente.
- La cantidad de hectáreas agroecológicas fue creciendo a medida que crecían los pedidos. La forma de producción nuestra se fue llevando de boca en boca. Y ahí sí muchos productores quisieron sumarse. Hoy tenemos 23 hectáreas en total y cada campo lo manejan dos o tres familias- cuenta Marcos por su parte.
Fueron -y todavía son- años de aprendizaje. De desaprender las prácticas tradicionales para abordar la quinta desde otra perspectiva. Los productores de San Carlos notaron que, además de vender cada vez más verduras, eran reconocidos por su trabajo. Recibían visitas de agrónomos, biólogos, urbanistas que querían conocer su experiencia. Incluso con presencia internacional: profesionales de Austria, Japón y Canadá, entre otros, llegaban hasta la cooperativa para visitar las plantaciones.
- Aprendimos a cuidar el suelo, a generar y mantener un ecosistema, a producir una verdura sana. Aprendimos a no utilizar agroquímicos. No es un proceso que se haga de un momento a otro. Nos llevó tres años probando insumos, analizando cómo funcionaban. Lo principal era sacarse de encima ese modelo agroproductivo que tiene el campo argentino desde hace tantos años. Todos los aprendizajes vinieron después. Pero hoy ya no es una utopía.
Durante la caminata cruzamos líneas de cultivos de lo más diversas: ajo, zanahoria, batata, rabanito, acelga, maíz y calabacín. Todas son tratadas con bioinsumos tanto caseros como industrializados. Intrapredialmente la cooperativa elabora compost para nutrir el suelo y repelentes con ajo y ajíes. Pero a diferencia de otros productores agroecológicos de la zona, no les tiembla el pulso a la hora de echar mano a la tecnología que el mercado de los insumos de base biológica ofrece para fertilizar o mantener a raya insectos y enfermedades. Lo único que no controlan con insumos externos son las malezas, por lo que deben contratar mayor cantidad de gente para carpir los cultivos. No obstante, lo que para muchos productores tradicionales es un costo más, para los dirigentes de la cooperativa significa “volver a cosas que se habían perdido”, como por ejemplo “incluir más gente en los campos”.
"Aprendimos a cuidar el suelo, a generar y mantener un ecosistema, a producir una verdura sana. Aprendimos a no utilizar agroquímicos", Marcos Córdoba
El concepto biodiversidad juega un rol fundamental para estos agricultores. Más allá de los insumos, aplican “barreras” de cultivos -o de monte nativo- para reducir la presencia de plagas e incrementar la presencia de insectos benéficos, como abejas, chinches o avispas. A nuestra derecha, entre el maíz y la batata, aparece una barrera de rúcula, muy florecida, que fue sembrada para “generar un ecosistema” que permita “un mejor manejo del lote”.
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Marcos tiene el paso cansino, paciente. Cada tanto frena y señala con su dedo índice los límites del campo marcados por una alameda multicolor en pleno otoño. Todas estas tierras, a excepción del predio donde se realiza el lavado, cepillado y embolsado de la verdura, son alquiladas por los productores de manera individual, en contratos de 3 o 4 años. Estos, a su vez, entregan la verdura y centralizan su comercialización en los canales de la cooperativa. Con ese dinero la organización afronta costos generales y asiste a los agricultores en el uso de insumos compartidos como semillas, herramientas y combustible. Por supuesto, luego divide las ganancias en partes iguales.
"Cuando la Universidad nos planteó hacer agroecología no dudamos, porque veníamos con una problemática grande", Antonio Córdoba
- Lo que hacemos es garantizar la venta. Lo que vos produzcas, básicamente, está vendido. Eso sí, tenemos que producir de todo. Algunos hacen papa, otros batata, otros calabacines. Los productores bolivianos se dedican a la verdura. Cada productor va trabajando con los cultivos que mejor conoce. Siempre tratamos de hacer escalonamiento: si vos sembraste verdura, yo después hago otra cosa, para no superponer las producciones y rotar la tierra.
Sus canales de venta son el reparto a domicilio o el retiro en finca de bolsones (reciben visitas desde el centro u otras localidades como Carlos Paz o Calera), la entrega a almacenes saludables y las ferias, especialmente la del Mercado Popular de Alberdi y la Feria Agroecológica de la Ciudad Universitaria, que les demanda el mayor porcentaje de mercadería. Así como algunas familias se encargan de la siembra, el riego y la cosecha, otras llevan adelante toda la logística de la venta: atienden pedidos, informan los productos disponibles de la semana, arman los bolsones y coordinan las entregas.
"Lo que vos produzcas, básicamente, está vendido. Eso sí, tenemos que producir de todo", Marcos Córdoba
Un punto interesante de esta cooperativa está en la conformación del precio de su mercadería. A principio de año establecen un valor fijo por kilo de verdura, sin distinción de producto. Es decir, un kilo de papa y un kilo de lechuga tienen el mismo precio. A su vez, ese precio -que, por supuesto, es un promedio- se obtiene de una evaluación de gastos generales que realiza el productor. De allí se deduce que, para tener una ganancia, el kilo de verdura tiene que cobrarse a un valor X. Hoy, por caso, ese valor es de 60 pesos tanto para el bolsón como para la venta unitaria. Aunque puede actualizarse una o dos veces al año -en función de la variabilidad de costos- la idea es mantenerlo lo más estable posible.
- A nosotros no nos interesa si el zapallito subió ahora, porque vendemos a sesenta pesos el kilo de verdura en general. Y quizás si vos hoy vas a la verdulería el kilo de zapallito lo encontrás a cien pesos. Después, en algunos productos como la verdura de hoja, uno puede llegar a perder un poco. Pero aún así, en relación al mercado convencional, sigue siendo un buen precio- dice Marcos.
Lo que buscan desde la cooperativa es evitar el juego de la oferta y la demanda, que en ciertas situaciones puede llevar al productor a cobrar la verdura por debajo de sus costos. De esta manera, dice Marcos, mantienen un precio acorde a los gastos de producción, sin importar los factores externos -o especulativos- que puedan hacer subir los precios en otros puntos de venta. Esto es lo que otras organizaciones agroecológicas del país han dado a llamar “precio justo”, donde el consumidor también se ve favorecido.
- A veces nos pasa que, cuando escasea, caen clientes que no vienen casi nunca y empiezan a buscar algún producto específico que subió mucho en el mercado convencional. Si hay, se les vende. Pero el precio es el mismo- agrega.
En relación al mercado tradicional, Marcos asegura que han tenido la posibilidad de acercar su verdura agroecológica al Mercado de Abasto de Córdoba. Incluso, menciona que cuando la cooperativa empezó a crecer en hectáreas y cantidad de productores, recibieron la visita de dirigentes del abasto local para sumarlos a sus filas. Sin embargo, decidieron mantenerse por fuera para cuidar el circuito alternativo que tanto les costó construir.
- Cuando yo era chico recuerdo que mi familia iba al mercado. Y un cajón que costaba 50 pesos, si no lo vendías en el día quizás tenías que rematarlo a 10 pesos, porque sino te volvías con toda la verdura. Quizás uno de un puesto al lado tuyo lo bajaba, y si vos no lo hacías...tenías que tirarselo después a los animales- explica Marcos.
- Nosotros al principio íbamos al mercado. Pero con todos los problemas que habíamos tenido no podíamos echar la cantidad de veneno que necesitaba la planta. Entonces caíamos con verdura picada o con algún insecto. Y eso era un problema. Ellos tienen otra condición de trabajo- lo secunda Antonio.
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Algo más que producir verdura
Entre todos los productores de la cooperativa, Marcos es el único que tiene otro trabajo además de sus cinco hectáreas de tierra. Es docente de matemáticas, informática y física en un secundario. En su tiempo libre, además, coordina espacios de recreación para los chicos de la zona. Disfruta la quinta, pero también del espacio de militancia que la cooperativa, en su rol social, le permitió desarrollar desde el principio. Para él la agroecología es más que producir y vender verdura. Se trata de formar parte de una comunidad, con ideas y valores comunes.
En ese sentido, la organización les permite cierto grado de representación frente al Estado, que tratan de aprovechar al máximo: gestionan proyectos vinculados a la producción -agrícola o ganadera, para otros productores-, solicitan asignaciones para vecinos de la zona e intermedian siempre que pueden en favor del barrio.
Desde hace años, trabajan con técnicos de nación y -recientemente- de la provincia, con los cuales articulan proyectos para mejorar el acceso a bienes y servicios para los quinteros. Por ejemplo, con profesionales del INTA, la SAF y la UNC gestionaron tiempo atrás los recursos para una máquina clasificadora de semillas, que ya está en la cooperativa y rotará en los próximos meses entre productores agroecológicos de la zona, entre ellos Las Rositas. La idea es optimizar el proceso de selección de la semilla propia.
Además, actualmente están trabajando en una Planta de Procesado de Alimentos -con aprobación del INTA y diseños del INTI- que se destinará al manejo de la verdura para un embalado que optimice las condiciones de salubridad.
No obstante estos proyectos específicos, Marcos considera que faltan políticas públicas integrales que pongan en primer plano las demandas y necesidades de los pequeños y medianos productores agroecológicos. Incluso más: considera que se necesita un impulso a esta actividad específica para reducir la carga de agroquímicos en las quintas y resolver así una tensión que no es solo productiva, sino también política y social.
- Tiene que haber una política provincial o municipal que invite al productor a producir de esta manera. No solo que el día de mañana le prohíba tirar veneno. Porque eso no le va a servir, tenés que acompañarlo con técnicas, con profesionales. Te va a llevar algunos años, pero podrías tener un mercado de abasto con 100% de verduras agroecológicas.
Cuando le preguntamos por qué cree que la agroecología tiene por el momento un bajo nivel de adopción entre los productores hortícolas de la provincia, dice que muchos se niegan a pensar en un paradigma que reduzca sus rendimientos en función de un ambiente más sustentable. Por otro lado, considera que existen prejuicios y mucho desconocimiento sobre cómo se produce desde este sector: se lo asocia a una actividad básica, rudimentaria, carente de ciencia y conocimiento.
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- Hay mucha tecnología en el sector. Muchos productores tradicionales están tratando de reducir la aplicación de agroquímicos con bioinsumos, aunque no sean agroecológicos. Y eso habla por sí solo- cierra Marcos.
Luego de recorrer el predio durante toda la mañana, llega la hora de irnos. María, Rocío y Natalia nos preparan dos bolsones de regalo, mientras sus colegas cargan la chata que repartirá la verdura este mediodía.
Será otro día de mucho trabajo.
Fotos: Leticia Riera