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Comercialización

Duraznos y damascos: ¿Hasta cuándo aguantan la pelusa los productores?

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Foto: Mercado Central de Buenos Aires.

|Argentina|

Cada provincia argentina tiene su producción estrella de frutas y en esta oportunidad nos centraremos en la producción de frutas de carozo. Empieza la temporada y en las verdulerías los protagonistas son los duraznos, las ciruelas, los pelones y los damascos. Un sector frutícola que en 2017 representó el 8,8% del total de frutas producidas en el país.

El durazno es una de las frutas de carozo más importantes del país y ocupa el cuarto lugar en índices de producción después de la manzana, la pera y la uva de mesa. Esta actividad  tiene una gran importancia y su volumen productivo viene en crecimiento a nivel mundial hace una buena cantidad de años -principalmente por la injerencia de China en la demanda-. Argentina ocupa el quinto lugar como productor a nivel internacional y el primero en el hemisferio sur.

Según datos del Censo Nacional Agropecuario de 2018, Argentina posee una superficie implantada con durazneros de 19.307 hectáreas y de ellas se cosechan por temporada más de 100.000 toneladas. La provincia de Mendoza es la que mayor cantidad de hectáreas de la fruta concentra, 13.346, y representa el 69% a nivel nacional. El Valle de Uco, San Rafael y General Alvear son las zonas productivas por excelencia.

Luego se ubican las zonas de Río Negro y Neuquén, que cuenta con aproximadamente 1400 hectáreas de la fruta. También Misiones, Jujuy y Buenos Aires aportan volúmenes -aunque más acotados- de fruta que se destina en su mayoría a cubrir la oferta nacional y abastecer los mercados de cercanía.

Los duraznos argentinos se distribuyen a tres destinos importantes: industria, mercado interno en fresco y exportación en fresco.

A las industrias se destina el 60% de la fruta para la elaboración de conservas, pulpas y para bebidas o dulces. De las conservas, aproximadamente entre el 70 y el 90% se consumen en el mercado interno, mientras que la mayor parte de las pulpas se exportan (aproximadamente 22.000 toneladas). En fresco, se exporta únicamente el 1% de lo que se produce.

Las exportaciones se destinan sobre todo a la región latinoamericana, a países como Bolivia, Paraguay y Brasil. Durante el 2020 la Argentina exportó 2,3 mil toneladas de durazno fresco y Brasil fue el que más fruta recibió: 1583 toneladas. Pero los duraznos argentinos también supieron hacerse un lugar en países del hemisferio norte como Estados Unidos, Canadá o el Reino Unido. Allí, nuestro país tiene una ventaja muy importante cubriendo la oferta internacional en contraestacion. Es decir, en los momentos en que los países importadores aun no cuentan con producción de duraznos propia. Estos destinos representan una ventana comercial a explotar.

El 30% de los duraznos que se producen en Argentina quedan en el mercado interno y se consumen en fresco: unas 70.000 toneladas, aproximadamente. La oferta de fruta tiene una marcada estacionalidad y el mayor volumen disponible de duraznos se concentra durante la primavera y el verano.

Misiones es la provincia que inicia la temporada con sus cosechas de variedades tempranas en el mes de septiembre. El resto se va acoplando con variedades intermedias: Jujuy y Buenos Aires en octubre, Mendoza en noviembre -sus duraznos permanecen en los mercados hasta abril- y Río Negro y Neuquén en diciembre. Estas últimas son las encargadas de cosechar las variedades de duraznos más tardías, condicionadas directamente por su ubicación geográfica.

Los precios de la fruta depende de la cantidad de oferta que haya en los mercados. Actualmente, en el Mercado Central de Buenos Aires (MCBA) el kilo de duraznos cuesta entre 200 y 270 pesos; los envases son cajones de 8 a 10 kilos.

En el Abasto de Córdoba, por otro lado, el precio del kilo de durazno alcanza los $290. Es importante mencionar que ahora, en ambos concentradores, la oferta únicamente está cubierta por fruta de Jujuy y a medida que se incorporen más provincias, el precio irá disminuyendo. 

El damasco es otro de los productos que integra el grupo de las frutas de carozo que se cultivan en el país, y Mendoza también se ubica como la provincia productora por excelencia. Se suman Neuquén, Río Negro y San Juan. Sin embargo, el total de plantaciones que existen y su protagonismo comercial es considerablemente menor si se la compara con el durazno. En Mendoza, por ejemplo, la superficie cultivada con damascos no superan el 3%.

El principal motivo de la escasa participación de los damascos en la fruticultura nacional se debe a que es considerado un cultivo secundario. Por lo general se lo encuentra asociado a otras plantaciones y es un producto con bajo valor agregado, por lo que su relevancia a nivel comercial tampoco es significativa para los productores.

La fruta tiene muchos requerimientos como cultivo. Para desarrollarse necesita un clima templado a templado-frío y requiere acumular en el año entre 300 y 800 horas de frío. Este es un factor a tener en cuenta, porque la presencia de heladas primaverales puede afectar la floración de la planta. Además, una vez cosechados, los damascos son frutas muy perecederas y para su conservación se necesita la implementación de sistemas de frío o atmosfera controlada. Con estas tecnologías su duración puede extenderse, en buenas condiciones, hasta tres semanas.

El principal destino de las cosechas de damascos también es la industria, donde se obtienen productos como pulpa, mermeladas y los conocidos “orejones”, que son los damascos deshidratados. El segundo es el mercado interno para su consumo en fresco. En este ultimo caso, la oferta nocional es cubierta por las provincias productoras durante una época muy marcada: se cosechan entre noviembre-diciembre y permanecen en los mercados como máximo hasta febrero.

Como se dijo al principio, duraznos y damascos pertenecen a una misma familia de frutas. Pero su importancia en la producción y comercialización nacional son muy distintas. Aun así, hay algo que en los últimos años une a estas dos frutas de carozo: el retroceso que manifiesta la actividad.

“La crisis hídrica lleva más de 10 años en la provincia, la inestabilidad del país hace que la producción no sea rentable, el consumo está estancado hace un buen tiempo y para las épocas fuertes de cosechas no hay mano de obra. A eso hay que sumarle las contingencias climáticas que surgen y que hacen que se reduzcan los kilos cosechados”, explicó a InterNos Javier Barro, productor de duraznos de Mendoza.

El mendocino aclaró que sobre la crisis hídrica el Estado provincial está tomando algunas medidas, como la prohibición de hacer nuevos pozos de agua y  se están dando créditos a productores locales para que puedan instalar equipos de riego que ahorran considerablemente el consumo de agua. Sin embargo, comentó que considera a las medidas insuficientes y que se quedan a mitad de camino.

De acuerdo a un relevamiento hecho por el Instituto de Desarrollo Rural de Mendoza (idr), en 2021 la superficie de cultivo de duraznos para industria en la provincia registró un retroceso del 23%. Esta cifra implica concretamente 1650 hectáreas menos de fruta. El Valle de Uco, zona que concentra la mayor cantidad de producción, mostró un crecimiento en la erradicación de superficies medianas y grandes dedicadas a la producción de durazno. Además, dos empresas conserveras de la fruta vendieron y erradicaron en total 330 hectáreas del cultivo. A eso se le suma los problemas de rentabilidad y la escasez de mano de obra contra la que luchan temporada a temporada los productores.

Un estudio realizado en 2012 sobre el estado económico del damasco mendocino manifestó que la actividad presentaba un claro atraso en materia de inversión, tecnología, varietales y una caída marcada en los precios. Aun así, los os especialistas aseguraron que si se realizara una reconversión de la actividad, la fruta tendría grandes posibilidades en los mercados extranjeros.

De más está aclarar que para realizar todas estas transformaciones tanto en duraznos como en damascos muchas son las variables que deben modificarse: políticas públicas, disminución de los costos productivos y un aumento de la rentabilidad. Tal como señaló Barro a este medio: “Se tienen que tomar más medidas a fondo”.

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