Comercialización
BioHeuris, la empresa argentina que hace punta en la edición genética de cultivos
|Argentina|
En 2021, la empresa rosarina BioHeuris fue premiada por la consultora Startus Insights como una de las cinco startups de biotecnología agrícola más importantes del mundo. La firma trabaja en la edición genómica a través del método CRISPR, con el objetivo de mejorar cultivos de relevancia en el agro argentino como la soja, el arroz o el algodón.
El método CRISPR es relativamente nuevo en el mundo. Y tiene algunas particularidades que están cambiando por completo -y que sin dudas cambiarán hacia adelante- la forma en que se hace biotecnología.
Esta técnica permite cortar un punto específico de secuencias del ADN del cultivo de manera precisa y, sobre todo, muy rápida en relación a otros métodos actuales, como la transgénesis. Pero, además, evita el largo camino aprobatorio que esta última tiene que transitar antes de sacar un producto al mercado. Con el CRISPR se reduce a la mitad el tiempo de comercialización y hasta 100 veces los costos de desarrollo.
BioHeuris se creó en 2016 y cuenta con 21 profesionales que trabajan en un laboratorio de biología molecular en el Centro Científico Tecnológico de Rosario. Lucas Lieber es uno de los fundadores de la empresa (junto a Carlos Pérez, Rinaldo Gosparini y Hugo Permingeat) y charló con Revista InterNos para explicar en detalle esta técnica, qué impacto tendrá para los productores y porqué puede volverse clave para el desarrollo del agro argentino en los próximos años.
¿De qué se trata el CRISPR?
La técnica, en términos generales, se conoce como edición genómica. Existe hace por lo menos diez años. Pero hace unos cinco, varios grupos de investigación encontraron una forma mejorada, flexible, de hacerla. Muy rápidamente se empezó a trabajar en diferentes organismos, en laboratorios y en plantas modelos que sirven para interpretar cómo funciona un genoma. Lo importante es entender que todos los seres vivos evolucionan. Eso ocurre porque nuestros genomas, expuestos a la naturaleza, van cambiando al azar. Y sobreviven los más aptos. Ese proceso es lento si lo comparamos con lo que se puede realizar en un laboratorio. Con esta técnica podemos intervenir sobre un gen concreto, de una manera precisa y rápida.
¿Por ejemplo?
En un poroto de soja tenés 45 mil genes. Con este método podés elegir cuál optimizar. Y, dentro de ese gen, hacer cambios puntuales.
¿Qué diferencias tiene esta técnica con la transgénesis?
Los transgénicos expresan un gen de otra especie, de allí su nombre. Con la edición genómica no trabajas con genes de otras especies. Lo que haces es modificar los genes del cultivo o del animal que estás mejorando o estudiando. Y esa forma de modificación, en esencia, imita lo que podría ocurrir en la naturaleza.
En general, si un investigador quiere conocer la diferencia de dos genes parecidos entre sí, se debe preguntar: ¿qué función tiene cada uno? Y para conocerlo, debe expresar esos genes en plantas de Arabidopsis, que son plantas modelo utilizadas para estudios en laboratorio. Pero eso no te revela toda la información, porque estás aplicando un gen, por ejemplo, de tomate, en otra especie. No es tan fácil sacar conclusiones. Con la edición genómica podés modificar un gen de tomate y ver directamente qué efectos tiene. Mucho más rápido y preciso. Además, nos permite ganar conocimiento sobre cómo funcionan las proteínas que codifican cada gen.
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¿Qué beneficios implica el método del CRISPR respecto a otras técnicas, como la transgénesis o el mejoramiento tradicional?
Desde el punto de vista del desarrollo tecnológico se reducen costos. Normalmente un programa de mejoramiento de cualquier cultivo involucra cruzar líneas diferentes. Por ejemplo, el mejoramiento genético entre dos líneas -para mejorar sanidad o rendimientos- puede llevar hasta diez años. La técnica del CRISPR, cuando esté bien seteada, va a permitir hacer ese mismo proceso en un año. Y el resultado es el mismo, no se genera nada nuevo. Es algo que ya existe en la naturaleza, pero que se lo podés ofrecer al productor en diez veces menos tiempo.
Uno de los puntos clave de esta tecnología es el hecho de que, al no entrar en la categoría de transgénicos, los cultivos modificados mediante CRISPR reducen considerablemente los procesos legales de aprobación, que en el primer caso pueden durar muchos años.
Sí. La lógica es un poco lo que te venía comentando. Lo que nosotros estamos desarrollando podría ocurrir -e incluso ya ocurrió- en la naturaleza. En nuestro laboratorio lo que estamos haciendo es reproducir ese proceso, solo más rápido. ¿Por qué habría que regularse de una manera diferente? Ese es el razonamiento. Estados Unidos, Brasil y Argentina concluyeron que el método CRISPR (Nota del Editor: Hay varias formas de usar el metodo CRISPR) que usamos en BioHeuris no va a ser regulado diferente a una técnica tradicional. Eso no significa que no vaya a tener ninguna regulación para ser comercializado. Hay que registrar el producto en el Instituto Nacional de Semillas (INASE) y hay que demostrar que lo que vas a lanzar es homogéneo, estable, uniforme. Ese proceso se mantiene. Pero no es un transgénico, tiene la normativa de un cultivo normal.
¿Qué cultivos están trabajando en edición genómica en BioHeuris, desde Rosario?
Estamos trabajando en soja, que fue nuestro primer cultivo. También sorgo y más recientemente en arroz y en algodón. Estamos diseñando algunos proyectos en alfalfa y en maní.
¿Con qué objetivos?
Mirá, el entendimiento que tenemos hoy los científicos sobre cómo funcionan los genes es bajo en comparación a lo que será en el futuro. Por eso desde BioHeuris avanzamos en resistencia a herbicidas, ya que es un proceso relativamente “sencillo” en el marco de lo que significa un desarrollo biotecnológico y una técnica nueva, como en este caso. Las malezas son el enemigo número uno de los productores. Y la idea es solucionar el problema a través de un enfoque de sustentabilidad. Para nosotros el manejo integrado es clave y las tecnologías que desarrollamos tienen que ser sustentables a largo plazo. Desde el inicio buscamos que los cultivos resistentes a herbicidas que creamos permitan reducir las dosis de productos químicos.
En otro artículo leía que los cultivos desarrollados por BioHeuris permitirán a los productores utilizar herbicidas “más seguros” a los que se utilizan actualmente. ¿Cómo?
Actualmente hay más de 350 herbicidas registrados para controlar malezas en diferentes cultivos. Dentro de poco vamos a cumplir 100 años de desarrollo en herbicidas. Los primeros, obviamente, se usaban a dosis muy altas. No se entendía tanto el efecto que podía tener una molécula sobre el ambiente, sobre las personas. A medida que se fueron desarrollando nuevos herbicidas, fue mejorando la comprensión del impacto. Hoy tenemos productos que son más efectivos, se usan a dosis cien veces menores por hectárea y son más seguros. Pero el problema que tienen algunos de esos herbicidas es que, además de matar malezas, pueden dañar al cultivo. Entonces los productores pueden usarlos en ventanas de tiempo muy reducidas. Por ejemplo, estos herbicidas no pueden ser utilizados cuando el cultivo ya nació. Lo que intentamos desde BioHeuris es volver resistente a esos herbicidas a cultivos valiosos para el campo argentino.
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¿Cómo será la comercialización de esas semillas? ¿Cómo será la licencia?
BioHeuris se ha apoyado en distintos semilleros locales, argentinos. Son empresas independientes; me refiero a que no son ninguna de las grandes empresas de biotecnología como Bayer o Corteva. No es que asociarse a ellas tenga algo de malo, pero a nosotros nos resultó más natural hacerlo con semilleros locales, con los que ya teníamos una historia de trabajo conjunto en otros proyectos. La idea es proteger la tecnología con patentes. Lo que buscamos es poder licenciar de forma amplia esas tecnologías, que las puedan utilizar desde cualquier semillero. No buscamos hacer acuerdos de exclusividad.
¿El productor comprará la semilla y pagará, además, un canon adicional por la tecnología?
El productor en esencia le sigue comprando a su semillero preferido. En general los productores no compran de una sola variedad. Suelen hacer un mix según la disponibilidad y oferta que tenga el semillero esa campaña. Si logramos licencias amplias, los productores podrían comprársela a cualquiera. Cada productor compraría un híbrido como cualquiera, pero con esta característica específica, por la que pagaría un precio levemente superior. Vale lo mismo que antes, más el agregado de esta tecnología. Luego nosotros haremos acuerdos con los semilleros por las regalías de cada bolsa que se venda.
¿Saldrán primero con la soja? ¿O con algún cultivo de los que mencionaste anteriormente?
La verdad es que puede pasar cualquier cosa. Porque a la soja la venimos trabajando desde hace mucho tiempo, pero nos vamos dando cuenta que hay algunas especies que son más “fáciles” de optimizar que otras. Si me hubieras preguntado esto hace dos años, te decía soja. Pero podría ser el arroz. O el sorgo, que viene muy bien. Esperamos lanzar las primeras versiones comerciales en 2026 o 2027. Para esa altura ya tendríamos los productos registrados en INASE.
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