Producción
Sellos a productos de la Agricultura Familiar: ¿qué implican?
|Mendoza|
El pasado 16 de julio la Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación autorizó el uso del sello "Producido por la Agricultura Familiar" a la Asociación Civil Productores del Pedregal Norte, ubicada en el departamento de Guaymallén. Esta Asociación se convirtió en la primera habilitada (por el período de dos años) a incorporar el isologo distintivo en sus hortalizas destinadas al consumo en fresco.
El objetivo de este sello es visibilizar la tarea de los agricultores familiares y otorgarles una certificación oficial, a través de la regulación del Estado, que les permita abrir nuevos canales de comercialización y además diferenciar sus productos frente a los ojos del consumidor final.
Para comprender mejor su existencia es necesario remontarse al año 2015 con la promulgada Ley 27.118, denominada de Reparación Histórica de la Agricultura Familiar. La misma incorporó, entre otras cosas, la creación de un sello distintivo en el marco de la generación de “denominaciones de origen" y “estrategias de certificación” con la misión de revalorizar los productos de dichos agricultores en el mercado.
Daniel Corral, Director de Comercialización de la Subsecretaría de Agricultura Familiar y Desarrollo Territorial de la Nación, explica a Revista InterNos que además de la identificación social de los productos el sello permite una mayor eficiencia desde lo comercial. ¿Por qué? porque permite mostrar al consumidor que la verdura elaborada por los pequeños agricultores trae consigo la validación de técnicos y profesionales del Estado que garantizan la inocuidad y sanidad de los procesos.
No obstante, vale decir que este no es un sello de calidad sino un sello de “atributo”. Corral se preocupa por marcar la diferenciación entre ambos, ya que cada uno conlleva procesos de validación diferentes. En este caso, para recibir dicha identificación los agricultores familiares deben cumplir ciertos requisitos formales desde lo administrativo (por ejemplo, tener más del 75% de los trabajadores registrados en el RENAF, estar inscriptos en AFIP) y desde lo productivo. En este último caso, las exigencias se vinculan a la aplicación de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) en todas las instancias de la cadena productiva, desde la siembra hasta la comercialización. Como se puede apreciar, los requerimientos mínimos son los mismos que los de la agricultura a mayor escala. Lo que justifica la existencia de este sello es la necesidad de "fortalecer la visibilidad y concientizar sobre el significativo aporte de la agricultura familiar", como bien señala la Resolución que lo crea.
En este sentido, vale aclarar que las frutas y hortalizas que de aquí en adelante lleven el sello de “Producido por la Agricultura Familiar” no serán necesariamente producciones orgánicas u agroecológicas. Es decir, lo que se certifica en estos casos es que la mercadería es efectivamente producida por agricultores familiares que garantizan alimentos seguros, pero eso no implica que la misma sea resultado de procesos de producción alternativa.
Corral nos explica además que este sello -que puede aparecer en forma de etiqueta, marbete o banner, entre otros- brinda cierta “espalda” para lograr el acceso a nuevos mercados o participar de ventas a instituciones públicas, principalmente cuando se trata de los agricultores asociados que logran mayores volúmenes para la comercialización, como es el caso de El Pedregal.
Acciones como las enmarcadas dentro de la Ley de Reparación Histórica de la Agricultura Familiar tienen como objetivo fomentar el arraigo de los productores primarios, que por diferentes motivos (como el crecimiento de la frontera urbana o las crisis económicas que golpean la rentabilidad del sector) en los últimos años debieron abandonar la actividad para buscar oportunidades en otros horizontes.
Actualmente existen más de 90 solicitudes en curso para la obtención de este sello, mientras que 64 técnicos de todo el país evalúan su aprobación. Entre ellos se encuentran actores individuales, asociaciones de agricultores familiares y hasta puntos de venta (como las ferias) que también pueden percibir una distinción si están conformadas íntegramente por este tipo de productores.
Desde Revista InterNos celebramos la iniciativa, que sin dudas representa un importante aporte institucional para un sector históricamente postergado como el de la agricultura familiar, que además actualmente atraviesa una situación crítica por los altos costos de los insumos y un consumo interno que no remonta.
No obstante, es menester mencionar también los ajustes sufridos por la Secretaría de Agricultura Familiar en los últimos años. Allí se produjeron despidos de técnicos y profesionales que realizaban importantes tareas de extensión a campo en zonas donde muchas veces la asistencia técnica es escasa o inexistente. En la misma línea, oportunamente desde InterNos criticamos el cierre del Monotributo Social Agropecuario (MSA) a través del retiro que Agroindustria hizo de su aporte presupuestario (constituía un 25% del total; el resto correspondía al Ministerio de Desarrollo Social). Por aquel entonces, el gobierno decidió suspender esta política pública por considerarla poco eficiente en relación al gasto que implicaba, haciendo oídos sordos a los reclamos de las entidades sociales que se mostraron en contra de la medida.
Esto, por supuesto, no nos impide destacar el trabajo y el compromiso de los técnicos que día a día recorren las quintas de todo el país en pos de la tecnificación y el mejoramiento productivo. Pero sí nos exige una reflexión integral que no ignore el daño que muchas de las políticas actuales causaron sobre el sector primario a lo largo y ancho del país.