Comercialización
Otra vez sopa: ¿Qué pasa con el precio del tomate?
|Argentina|
En las últimas semanas, el tomate volvió a ser el protagonista de los titulares. El kilo de una de las hortalizas más consumida en Argentina, superó en algunas verdulerías los 200 pesos y encendió las alarmas de todos los consumidores. Pero ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué el valor del tomate escaló tan alto?
A la hora de hablar de los precios de las frutas y las verduras lo primero a tener en cuenta es la estacionalidad de los alimentos según la zona productiva versus la zona de consumo. La estacionalidad es un factor de influencia directa en el valor de los alimentos frescos. Cuando un producto escasea, en una época del año determinada, su valor aumenta porque hay menos oferta y mayor demanda. Eso, como para empezar.
A la dinámica comercial es necesario agregarle un factor fundamental: el clima. Las contingencias climáticas, las heladas, el exceso de lluvia o de calor también tienen un impacto directo en los cultivos. Aunque a veces nos cueste tenerlo en cuenta, cuando un temporal azota las zonas productivas de nuestro país las pérdidas son importantes. Por ende, menos cantidad de tomates para abastecer la demanda de los consumidores que en el caso del tomate suele ser continua y con picos justamente con la llegada de los calores.
Para ponernos en contexto. En Argentina, las encargadas de abastecer al grueso de los mercados concentradores de frutas y verduras son cuatro provincias: Buenos Aires, Corrientes, Salta y Mendoza. ¿Hay producción de tomates en otras regiones? Si, en muchos cinturones verdes. Pero el mayor porcentaje de los tomates los proveen las regiones que nombramos.
En Buenos Aires, principalmente en los cinturones hortícolas de La Plata, Mar del Plata y el sur bonaerense, existen aproximadamente 3000 hectáreas destinadas al cultivo de tomates. Allí, la mayor parte de estas hortalizas se cultivan bajo invernaderos para asegurar mejores rendimientos y un mayor control de las plantas. Pero, el costo para cultivar hortalizas bajo estos sistemas por supuesto es mucho mayor por la inversión que requieren la instalación de los invernaderos y los materiales a utilizar.
En dicha zona las cosechas se dan en dos momentos del año. La primera se lleva a cabo en el mes de enero y cubre la oferta hasta el mes de junio, y la segunda cosecha se da en octubre y se encuentra presente en los mercados hasta enero. Durante este último periodo, Buenos Aires prácticamente es la única provincia que cubre la oferta de tomate a nivel nacional.
Casualmente, en septiembre de este año, Mar del Plata fue escenario de un gran temporal. Las ráfagas de viento y las tormentas causaron importantes daños en la zona rural de General Pueyrredon, donde se cultivan tomates y morrones. Los daños fueron desde la destrucción de invernaderos y plantas, hasta perdidas casi totales de los tomates que estaban por ser cosechados.
"Fueron vientos de más de 100 kilómetros y durante 48 horas que provocaron la rotura de las estructuras de los invernaderos que estaban con tomates plantados para el verano. Algunos incluso ya tenían la verdura para cosechar. En ese último caso, las perdidas van a ser mayores. No se van a poder recuperar las hectáreas ni los invernaderos dañados en el tiempo que queda y esto hace que la producción indefectiblemente disminuya para el verano", explicó a InterNos por el mes de septiembre Ricardo Velimirovich, titular de la Asociación de Productores Frutihortícolas de General Pueyrredón.
En ese entonces, los tomateros marplatenses ya estimaban que la merma en las cosechas iba a ser considerable y el precio se iba a incrementar. Sucede que los productores que estaban por cosechar y se vieron afectados por la tormenta no pudieron recuperarse en tan poco tiempo, por lo tanto, los volúmenes de tomates resultan menores. Paralelamente, la demanda argentina se sigue manteniendo e incluso en los meses de verano aumenta. Esto quiere decir que, como ya lo mencionamos, a menor oferta y la misma demanda el precio del producto sube.
Pero sigamos contextualizando. Corrientes, es la segunda zona con mayor participación en la producción de tomates a nivel nacional. Principalmente el departamento de Lavalle, donde hay algo de 900 hectáreas implantadas que también se llevan adelante bajo invernadero. Pero esta región junto con Salta cubre la oferta argentina en contrastación, es decir en los meses de invierno cuando en el resto del país la productividad es menor. El principal motivo es la ubicación geográfica de ambas provincias, ya que tienen durante el verano temperaturas más altas que el resto y por consecuencia, inviernos menos fríos que Buenos Aires, por ejemplo.
Por último, se encuentra Mendoza que produce tomates tanto para consumo en fresco como para la industria. Este ultimo representa su principal destino, por ejemplo, en 2020 el 40% de sus cosechas fueron a la industria. Esto quiere decir, que el aporte que hace al mercado en fresco es bastante menor si se lo compara con otras provincias.
La cantidad de hectáreas en Mendoza vienen en crecimiento. Este 2021 aumentaron un 40% respecto al año anterior y las expectativas estaban puestas en las cosechas de la temporada que iniciarán en enero y cubrirán la oferta hasta mayo aproximadamente. Pero, al igual que en Buenos Aires, Mendoza en el mes de marzo fue escenario de un temporal que cambió por completo el panorama productivo. De tener grandes expectativas, los productores pasaron a estimar perdidas importantes.
El granizo y las lluvias impactaron de lleno en los rindes, y en la calidad de los tomates. En localidades como Guaymallén, Maipú, Junín, San Martín, Rivadavia y Lavalle el caudal de precipitaciones produjo un gran deterioro en la sanidad de los cultivos. Aparecieron numerosas enfermedades, que no estaban previstas, lo que llevó a que los productores debieran aumentar las aplicaciones de fungicidas y fitosanitarios.
Además, el exceso de agua incrementó la cantidad de frutos sobremaduros junto a la presencia de varios verdes aún. Esto llevó a que se tuvieran que adelantar las cosechas y a que los mendocinos recolectaran menos cantidad de tomates rojos de la que habían planeado, entre el 80 y el 85%, porque los inmaduros son descartados por las industrias y por ende no se pagan.
“Las tormentas encontraron este año a los cultivos con 40 a 60 días y obligaron a empezar la cosecha a los 100 días, ya que los productores no pueden esperar más porque la planta se muere. Esto significa que, si lo habitual en el Valle de Uco es tener un rendimiento de 75 a 80 toneladas por hectárea, con suerte este año llegarán a las 50”, había dicho en su momento Pablo Guevara, extensionista de Tomate 2000 en el Valle de Uco.
El escenario que ahora atravesamos y del que se hacen eco todos los medios no es nuevo, ya pasó en 2020 cuando el tomate pasó de costar 20 pesos el kilo a valer en octubre cerca de 40. Esas variaciones, coinciden con los meses de mayores o menores ingresos de tomates a los mercados. En primavera y verano al ser únicamente Buenos Aires la provincia que cubre la oferta, los precios aumentan porque la oferta es menor. Lo mismo sucede en pleno invierno cuando la única provincia abastecedora es Corrientes.
"El tomate aumenta a principios del invierno y a principios de primavera. En el primer caso, es porque baja la temperatura y las zonas mediterraneas con clima templado no pueden producir en esa época y empiezan a producir las zonas con climas más subtropical, como el noroeste argentino. Ahí los costos son mayores y por lo tanto los precios también. Después aumenta en septiembre/octubre cuando se produce un cambio en la zona de producción, termina la zona de Corrientes y empieza a producir La Plata. Ahí además coincide con un aumento en la demanda por el consumo en primavera para las ensaladas", explicó a este medio Mariano Lechardoy, consultor frutihorticola.
Entonces, ¿para qué sirve saber todos estos datos? Para entender por qué es que los precios de las hortalizas, en este caso los tomates, varían. Conocer los factores que influyen en la construcción de los precios, los elementos que componen las cadenas comerciales y productivas, y tener en cuenta los fenómenos climáticos que interfieren durante las temporadas no es un elemento menor.
Pero además, algo que es fundamental para evitar la desinformación y para que los consumidores tengan una herramienta a la hora de comprar alimentos frescos es la estacionalidad. La oferta de frutas y las verduras depende de la época del año y de la región en la que vivamos.